Algo tan importante como tener claros los contenidos que queremos impartir es  planificar previamente la manera de transmitirlos; la metodología es el vehículo que transmite esos contenidos a los alumnos y que definirá nuestra forma de dar clase.

En mis clases utilizo una metodología desarrollada a raíz de varias lecturas y mi propia experiencia personal.

DESARROLLO DE LAS CLASES

Desarrollo la mayoría de mis clases en dos tipos de sesiones: las basadas en el método tradicional, y aquellas en las que introduzco el aprendizaje cooperativo (al que dedicaré un artículo en exclusiva).

En las sesiones tradicionales soy partidaria de hablar el menor tiempo posible y dejar que el alumno participe tanto como pueda y construya su propio aprendizaje. Un guión de una clase normal puede ser:

  • Repaso rápido de lo visto el día anterior, muy importante para introducir los nuevos contenidos e integrarlos en el tema. Hago preguntas y pongo positivos.
  • Nuevo epígrafe. Lo leemos en voz alta; personalmente, no me gusta que lean en voz alta porque la mayoría de alumnos no están pendientes, pero también he observado que les relaja, les hace guardar silencio y concentrarse.
  • Hago preguntas sobre lo que hemos leído. Levantan la mano y pongo positivos.
  • Explico en pizarra o con una presentación en el proyector. La explicación me gusta hacerla lo más breve posible. Si tercia, solicito la colaboración de los alumnos para explicar algunas partes, realizar esquemas o cuadros resumen en la pizarra, etc. Al contrario que en mi época, a los alumnos hoy en día les encanta salir a la pizarra a escribir, así que es un buen refuerzo para aquellos que se estén portando mejor.
  • Hacemos una o dos actividades que refuercen lo que acabamos de explicar.

DEBERES Y TRABAJO EN CLASE

A raíz de este año, mis deberes (salvo el trabajo del tema, que explico en el epígrafe siguiente) se hacen siempre en clase. Esto quiere decir que, no, no envío trabajo para casa, y lo hago por una doble razón: primero, porque en las Ciencias Sociales no son necesarios larguísimos ejercicios basados en la repetición (como puede ser conjugar una y otra vez verbos en inglés, por poner un ejemplo), y segundo, porque me ahorro la molestia y los dramas derivados de mandar ejercicios para casa y tener que vigilar que los hacen.

En los últimos cinco o diez minutos de clase, gracias a la larguísima jornada escolar, los alumnos suelen estar más cansados o revueltos y tienden a distraerse y hablar. Un truco que estoy utilizando este año es empezar a leer en voz alta un nuevo epígrafe, o hacerles copiar una actividad dictada. Una tarea absorbente pero poco exigente que le silencia y permite acabar la clase sin sobresalto.

En grupos conflictivos, si se han portado bien durante toda la clase suelo otorgar al final un positivo general para reforzar ese buen comportamiento y animarles a repetirlo.

EVALUACIÓN

Toda nota de evaluación debe tener en cuenta estos tres tipos de contenidos: los conceptuales, los procedimentales y los actitudinales. Para este año he puesto en marcha un sistema que me permite valorar de la forma más justa posible cada uno de los tres.

Cada uno de ellos, como es lógico, tiene un peso específico en la nota final. Generalmente las programaciones de mi departamento me suelen dictar esos porcentajes. Este año, sin embargo, el departamento me ha otorgado total libertad al respecto, por lo que la he dividido de la forma que me parece más justa y que mejores resultados me suele dar:

Un 60% pertenece a los contenidos conceptuales. Son los que se evalúan por medio del examen o prueba escrita. Hago un examen por tema con una puntuación máxima de 6 puntos.

Un 20% corresponden a los contenidos procedimentales de la asignatura; es decir, el trabajo y la práctica. Los evalúo de la siguiente forma:

  • Un 10% (1 punto) corresponde a la libreta, que reviso después de hacer el examen.
  • El otro 10% se lo otorgo a un pequeño trabajo (no mayor que una cara de folio) donde normalmente les pido a los alumnos que realicen una prueba práctica relacionada con el tema que estamos desarrollando (una pirámide de población, un climograma, etc.). De esa forma esos contenidos, a menudo complicados de insertar en un examen, quedan perfectamente evaluados.

(Ejemplo de trabajo de una Unidad Didáctica)

El otro 20% corresponde a la actitud. La actitud es algo que siempre resulta difícil de evaluar numéricamente; tras varios intentos, he creído encontrar el método más objetivo adaptando el método del positivo dinámico a mis propias necesidades de clase.

Mediante la técnica del positivo dinámico, cada positivo que pongamos a los alumnos cuenta 0,1 (si el tema es muy corto o veo que los alumnos no han tenido suficientes oportunidades, puedo doblar el valor) hasta llegar a sumar los dos puntos que corresponden a la actitud. A principios de curso hice entrega a los alumnos de una hoja informativa con todas las actitudes merecedoras de positivo, que a grandes rasgos se resumen en participar en clase, trabajar y corregir actividades y comportarse de forma correcta.

Sí, lo sé; muchos profesores, por no decir todos, ponen positivos. Pero este método posee dos novedades que son precisamente las que lo diferencian y motivan a los alumnos.

  • Los positivos no los pongo yo en mi cuaderno (de hecho, no tengo cuaderno) sino ellos mismos en una hoja de seguimiento que imprimo en cada tema y que es una sencilla lista de clase con espacio para apuntar positivos/negativos. Esa hoja la entrego a alguien de las primeras filas, que automáticamente se convierte en mi ayudante y el encargado de anotarlos.
  • A diferencia del método tradicional, por el que el profesor puntúa los exámenes sobre 10 y se pasa la última semana previa a evaluaciones calculando porcentajes, los alumnos perciben cómo los positivos/negativos inciden de forma inmediata y directa en sus notas. Aunque el resultado sea el mismo, tiene un enorme efecto psicológico que un examen sea sobre 6 puntos y vean cómo el número de positivos suma hasta dos puntos a la nota que han sacado. En los dos cursos que llevo aplicando este método en clase he podido notar una mejora radical de la participación y el trabajo, sobre todo por parte de alumnos poco trabajadores.

Por supuesto, el positivo dinámico también puede dar lugar a algunos problemas que tenemos que saber solventar:

  • En mis grupos existe una gran disputa para ser el encargado de la hoja de positivos/negativos. En cuanto entro a clase siempre tengo uno o varios alumnos pidiéndome ser ellos quienes la custodien durante esa hora. La parte buena es que también la podemos emplear como “premio” en el caso de alumnos de mal comportamiento que se hayan corregido últimamente.
  • Algunos alumnos se quejarán de que no tienen suficientes oportunidades para obtener positivos o que siempre se otorgan a los mismos. Generalmente serán los mismos que nunca hacen los deberes.
  • Existe, por supuesto, la posibilidad de que el alumno ayudante altere la lista o coloque positivos/negativos a quien no corresponde (o a sí mismo). Para evitar esto, periódicamente doy un repaso a la lista, e incluso tomo una foto o paso la información a mi cuaderno digital. Pero son los propios compañeros los que mejor controlan su cantidad de positivos y negativos.

A final de cada tema, sumo la nota del examen (sobre 6) a la nota de los trabajos (sobre 2) y a la actitud (sobre 2). Esto lo hago introduciendo los valores en una hoja de cálculo de mi cuaderno digital.

Esta forma de calcular la nota es más transparente, más sencilla para mí, y motiva a mis alumnos, que ven (engañosamente) su objetivo más cerca.

Una duda habitual entre los compañeros o alumnos a los que explico mi método es si es posible que un estudiante que ha sacado un 1 en el examen apruebe por nota de positivos y trabajos. En mi experiencia, hay tantas posibilidades de que eso suceda como de que un alumno que obtenga un 2 sobre 10 en un examen tradicional apruebe solamente por su actitud y su libreta; es decir, casi ninguna.

Lo que sucede es justo lo contrario: alumnos más flojos que empiezan a trabajar para ganar positivos (de nuevo, el efecto psicológico de ver dos puntos sumados a su examen), entregan la libreta y los trabajos y, por lógica, empiezan a sacar mejores notas en los exámenes al llevar los contenidos bien trabajados. El positivo dinámico es, por tanto, es un buen acicate al estudio y nos permitirá recuperar alumnos que con el método tradicional estaban en la cuerda floja, pero difícilmente podrá salvar a los que se niegan en rotundo a trabajar o estudiar.

Por Elena

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